Reflexión sobre la
docencia
Atendiendo hace unos días a la
charla entre el, entonces, decano de la facultad de Educación, José
Fernando Calderero, y César
Bona, de gran interés para nosotros, docentes, me llamaron la atención unas
palabras del profesor Bona, comentando que miramos mucho a Finlandia o Reino
Unido y que, efectivamente tenemos mucho que aprender de ellos, pero que la
innovación docente también está en España, lo que pasa, siguió diciendo, es que
no se le da publicidad. Dice que lleva meses viajando por nuestra geografía,
dando charlas por colegios y centros educativos y que ha encontrado
profesionales muy motivados y muy innovadores de los que, desgraciadamente, no
se sabe nada.
Al filo de lo anterior, llegó a
mis manos la publicación de Fundación
Telefónica llamada Viaje
a la Escuela del Siglo XXI, escrito por Alfredo Hernando, en el que recoge
su experiencia visitando los que él califica como “los centros más innovadores
del mundo”. Entre ellos, hay varios centros españoles.
¿Qué podemos hacer para dar a
conocer nuestra labor docente? ¿Dónde queda la docencia frente a la
investigación? ¿Qué papel juega la docencia en el reconocimiento de los méritos
de un docente para acreditaciones nacionales?
Deberían existir más métodos, más
premios, más posibilidades de transmitir experiencias
docentes innovadoras, publicarlas y compartirlas, y que fuesen oficialmente
reconocidas igual que lo son otros aspectos de investigación. Si la
organización que tiene la investigación, y sus baremos, se pudiese trasladar a
la docencia, podríamos justificar los méritos objetivamente.
Pero la
docencia, salvo en contextos virtuales en los que las clases son grabadas,
se queda, desgraciadamente, entre cuatro paredes y solo el profesor y los
alumnos disfrutan, o sufren lamentablemente, la vocación y la entrega que los
profesores llevamos dentro, independientemente de la etapa educativa con la que
estemos vinculados.